Es tan fácil pintar máscaras alrededor de nuestro rostro en
un intento de no preocupar a aquellos que te importan, que te acabas
acostumbrando a engañarte a ti misma. Sé que no debería ser, pero hay tantas
cosas que son y que no deberían.
Todos tenemos sombras, unos más que otros. Sombras que por
mucho que las escondas debajo de la cama o en el armario, cada anochecer te dan
las buenas noches para que no te olvides de ellas. Algunas desaparecen con el
tiempo, otras son creadas por el tiempo. Unas las borras día a día, otras la
propia experiencia las dibuja en tus pensamientos. Unas son grises claritas,
otras de un negro carbón. Pero para mi las peores, son aquellas que aparecieron
en tu infancia y que aunque en momentos buenos son menos visibles normalmente
las malas experiencias y las heridas las hicieron tan fuertes que a veces dudas
si algún día se irán.
No suelo esconder todas mis sombras, algunas dejo que se
vean, no a cualquier persona por supuesto. En cambio hay otras, las más fuertes
y oscuras de todas, que no quieres que nadie las vea. A veces se escapan y
alguien puede intuirlas, ahí es cuando quienes pensabas que iban a estar a tu
lado deciden que esas inseguridades son demasiado fuertes como para seguir en
tu vida o que simplemente no les importabas tanto como para querer ayudarte.
Una tras otra al final decides guardarlas bajo llave. Tan acostumbrada estas
que eres una gran experta. Pero aunque muchos lo parezcan, nadie es de piedra.
Nunca me he considerado de piedra, al contrario, soy la cosa más sensible que
os podáis imaginar y me gusta decir qué siento, pero no hablar de mis sombras.
Sombras que tenía controladas (más o menos) hasta que apareciste él. ¿Por qué
él? Ya he contado muchas veces que dio la vuelta a todo lo que yo había creído
hasta el momento y que no dejó nada en orden. Ya he contado que a veces me
pregunto qué verá para querer compartir conmigo su tiempo.
Tiendo a la negatividad, es un hecho. Pero
por suerte eso también parece que cambia, desde que le tengo a mi lado. O al
menos cambia en cierto punto, porque no quiero que vea esas sombras que tan
cercanas a mi están. No quiero porque esas sombras son las que en estos años
han alejado a muchas personas de mi, y por consecuencia mi mente da por hecho
que volverá a pasar.
Sé que mil y una veces me ha repetido que eso no va a
pasar, pero se lo difícil que es lidiar con las sombras de alguien. Sé que esas
sombras son la causa de muchas de las cosas que puedo hacer mal a lo largo del
día. Y se que puede cansar. Solo espero, que por una vez sea la excepción que
confirma la regla.
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