6 de junio de 2014

Escribir cómo lo sientes, aunque sangres.


Muchas veces el no poner limites a tus palabras puede ser dañino, perjudicial, contraproducente...pero tan real y sincero que mi cordura se basa en estas palabras que plasmo sin filtro alguno simplemente por placer. 

Muchos me llaman loca, temeraria ya que dejo a la vista de miles de internautas a lo largo de los meses mis sentimientos, pero yo al menos no me avergüenzo de  lo que siento y lo escribo por simple placer. Ese placer no siempre es dulce, puede ser amargo o incluso agrio; para mi o para aquellos que lo leen.

Cuando digo amargo o agrio es es ese sentimiento de dolor, pena, rabia, impotencia al reconocer un sentimiento que habías querido tapar o camuflar con tus miles de metáforas en un intento desesperado de fingir fortaleza o de engañarte a ti mismo y al resto del mundo que ese sentimiento estaba superado definitivamente.

¿Pero por qué ese empeño en ocultarnos detrás de palabras y sonrisas falsas antes que reconocerlo?¿Cuánto nos puede costar reconocer un sentimiento? Puede costarnos una lágrima, puede costarnos una noche en vela pensando las posibles reacciones, puede costarnos sentir muchas cosas...pero yo creo que sobretodo puede costarnos el sentir miedo. Miedo del que dirán, miedo de nosotros mismos, miedo de las consecuencias...miedo de todo.

Ese miedo es algo que poco a poco pierdes, cuando te das cuenta que aquellos que te quieren seguirán a tu lado, cuando te das cuenta que antes que ser sincero con el mundo debes serlo contigo mismo, cuando te das cuenta que no es el dinero lo que mueve el mundo...sino los sentimientos.

(Titulo de Lady Alzheimer)

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